Existe desde siempre un romántico e idealizado concepto del amor, por lo que es necesario conocer la complejidad de lo que es la relación de pareja para poder ayudar a sostenerla y fortalecer los lazos a medida que se suceden las etapas que, queramos o no, vamos a atravesar con nuestro compañero/a.
Según las investigaciones de la Dra. Helen Fisher, el momento en que una pareja tiene mayores probabilidades de separarse se ubica en el cuarto año de relación.
Es un hecho natural, consecuencia de un proceso neuroquímico.
El sexólogo John Money considera que entre los 5 y 8 años de edad construímos un mapa mental, un molde completo de la persona de la cual nos enamoraremos, que es el resultado de una suma de factores en medio de los cuales nos desarrollamos: familia, conceptos de belleza, atributos morales, experiencias, etc.
Cuando encontramos una persona que encaja en ese mapa, se dispara una señal de alarma y comienza todo el proceso.
Desde el inicio de la relación el hipotálamo desencadena un circuito de neurotransmisores y hormonas que promueve la unión de la pareja por al menos cuatro años, como un ancestral mandato de reproducción y supervivencia de la especie.
Este proceso se desarrolla en tres etapas: lujuria, enamoramiento y unión.
La lujuria es producto de un aumento de los niveles de testosterona y es la causante del impulso inicial de la relación de pareja.
El enamoramiento va acompañado de una baja de los niveles de serotonina (excepto en el ámbito sexual, cuando se libera justo después de la eyaculación u orgasmo provocando un estado de placer, tranquilidad y dando ganas de dormir) y un aumento de los niveles de feniletilamina, endorfinas, dopamina y norepinefrina, con síntomas como euforia, hiperactividad, pérdida de apetito y de sueño.
Esta revolución química suele terminar luego de un año aproximadamente, probablemente porque el cerebro produce menos químicos o porque los receptores se hacen resistentes al estímulo sostenido.
El amor evoluciona y pasa a la siguiente fase, la unión, un estado caracterizado por sentimientos de seguridad, comodidad y unión espiritual con una pareja estable, y se produce como resultado del aumento de los niveles de serotonina, endorfinas, vasopresina y oxitocina.
La unión es el sentimiento más duradero, mucho más que la lujuria o el enamoramiento, pero también puede menguar o quedar relegado por otros sentimientos, la rutina, la costumbre, la falta de estímulos y también por el desarrollo individual de cada miembro de la pareja que puede distanciarlos.
En este momento es cuando se corre el riesgo de perder la capacidad de seducir al otro y se hace necesario fortalecer los lazos más íntimos de la pareja, salir juntos, preservar espacios para la intimidad, conservar la capacidad de sorprender al otro excitándolo, divirtiéndose juntos, emocionándose.
Con el compromiso de ambas partes es posible que la pasión continúe.
Pero no hay que olvidar que mantener todo igual que al principio es una ilusión.
Debemos entender que el amor pasa por sus fases y que nuestro compromiso de verdadero amor con nuestra pareja supone hacer todo lo posible para mantener, además del sentimiento afectivo, el objeto de deseo sexual y erótico.
En esta etapa las fantasías sexuales y todo lo que enriquezca la relación de pareja pueden ser grandes aliados para mantener encendida la pasión.
Y si decidiéramos cambiar de pareja sólo por sentir otra vez las "maripositas en la panza", no olvidemos que una vez más el ciclo volverá a repetirse, etapa por etapa, regido por las variaciones involuntarias de la química del amor.
por Farm. Silvia Esper (Córdoba, Argentina)